Mi abuela, que nunca hizo lo que le decían y siempre hizo lo que le prohibían, me contó (en secreto, porque papá nuca quiso que me hablara de la historia de la familia) que nací con comadrona, en la misma casa en que vivíamos, en el mismo cuarto en que me concibieron, en la misma cama en que murió mi madre, y media hora antes que mi hermano, que parece que quería quedarse adentro.
Como mis padres no habían planeado más que para un bebé mi hermano se quedo sin nombre. Emilio, el nombre que habían reservado, me tocó a mí que nací primero. A él, por razones obvias, le pusieron Segundo. Segundo y yo tenemos la misma cara y los mismos genes, pero no la misma fecha de nacimiento, ni el mismo apellido, ni la misma familia. Su historia no la conozco.
Mamá se enfermó después de dar a luz y estuvo al borde de la muerte por largo tiempo. Dos meses mas tarde, cruzó esa borde y nos quedamos solos los tres. Porque su familia no era de Santiago papá se quedó sin soporte y sin ayuda, y decidió dar a mi hermano a criar a una pareja del barrio que no tenía hijos. Llevando a un solo bebé el mercado podía trabajar; con dos bocas que alimentar y dos culos que limpiar en medio de la bulla y el afán de una carnicería, trabajar era más que imposible. A mi me tocó el ruido del mercado, a mi hermano el silencio de una casa ajena. Un día papá lo fue a visitar y no lo encontró. Los vecinos se mudaron sin decir a donde y nunca volvimos a verlos ni a ellos, ni a mi hermano. A lo mejor vive en Nueva York. Quien sabe.
Mi abuela, Encarnación, que vivía en El Memiso, en Azua, enviudó a los pocos días de enviudar nosotros. Al enterarse de lo que había pasado con Segundo se fue a vivir a Santiago con papá, su único hijo. Vivimos juntos en Santiago, en "El Maco", por 6 años, tres generaciones de hijos únicos, ellos dos por nacimiento, yo por desaparición.
Recuerdo que una noche hubo un incendio en una de las casas vecinas y papá nos sacó casi en cueros a esperar que los bomberos apagaran el fuego. Pasamos casi toda la noche en el parque Ercilia Pepín, que está al frente de lo que ahora es el Hospital Cabral y Baez. Volvimos a entrar a la casa casi de madrugada. El parque se ve así ahora:
Era muy diferente entonces. Yo creo que era más bonito. Tenía una de esas televisiones públicas que ponían en unas casitas de concreto con puerta de rejas de hierro. Todas las tardes un empleado del ayuntamiento quitaba el candado y abría las rejas para que el vecindario fuera a ver televisión por varias horas. Todos juntos veían el mismo programa, por el mismo bati-canal y a la misma bati-hora. ¡Traten de hacer eso ahora!
Esta es la casa en que vivíamos, o al menos es la condición en que está la casa ahora. Visité Santiago recientemente y fui a ver quien vive allí ahora, pero no está ocupada ni parece estar habitable.
Abuela murió de una enfermedad que le dicen Feresía. Murió el día de su cumpleaños, como si hubiera tenido la misma fecha de expedición que de vencimiento.
Mi historia es interesante (ya habrá tiempo de contarles más), pero no creo que es triste. Me considero un hombre afortunado. Vivo en un lugar precioso (check out this link http://www.tourismsaskatoon.com/Gallery), estoy saludable, me mantengo de lo que me gusta (la fotografía), he conocido el amor (a pesar de que ahora me elude), tengo un gato que me hace compañía y cosquillas en las plantas de los pies con su bigote en la mañana, y la vecina del tercer piso del edificio de al frente me da beneficios ocasionalmente cuando su marinero esta en alta mar (if you catch my drift)
More later.
PS/PD: Some of the above details have been changed to protect the privacy of the innocent... and the guilty.
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